Batallitas Hispanobritánicas

Estoy lo que en español llamamos un tanto cabreado. Podría buscar una forma menos directa de decirlo, pero no le haría justicia al sentimiento. Hace unos meses escribí un artículo sobre la historia de España y sus guerras que va a salir publicado en la Sage Encyclopedia of War: Social Science Perspectives. Cosas que hace uno (también he escrito la entrada sobre disonancia cognitiva). Trabajo duro, porque condensar la historia desde los romanos al Euro en 2,000 palabras no es fácil. Pero de eso no me quejo, porque los editores me han permitido que sea la entrada más larga dedicada a un país. Y es que, puestos a hablar de guerras, lo nuestro se las trae.

No, mi incomodidad viene de otro detalle. En mi artículo, al llegar al Siglo de Oro, cuando el imperio español era la única superpotencia del planeta, hice la referencia obligatoria a que éramos el imperio en el cual jamás se ponía el sol. The Empire where the sun never sets. Y me lo han hecho borrar. ¿Por qué? Pues porque, según los lectores del equipo editorial, muy anglófonos ellos, the Empire where the sun never sets fue el británico. Ustedes perdonen, pero ¿me toman el pelo? No culpo a los editores, que están haciendo un trabajo magnífico, ni a los lectores, que en este punto simplemente se hacen eco de la opinión generalizada en el mundo anglosajón. Mi cabreo viene del hecho que, efectivamente, resulta que los británicos se apropiaron de esta expresión española para describir sus posesiones del siglo XVIII.

Y es que hay tradición. Tradición de reescribir la historia, mejorar la imagen británica aunque sea a costa de la veracidad histórica, y, siempre que sea posible, empeorar la imagen española. Y aunque muchos de nuestros compatriotas de distintas generaciones se hayan tragado las historietas resultantes con patatas, la verdad, ya está bien de tomarnos por tontos, que sabemos leer y en varios idiomas.

Mire usted. Seremos todos muy civilizados a estas alturas y todo lo que usted quiera, y sabremos que muchos personajes históricos de todos los bandos dejaban mucho que desear en el terreno moral, pero no nos toquen los mismísimos que aún queda algo de orgullo de Tercio viejo y la vamos a liar. Con perdón. Así que para que se me pase el mosqueo, vamos a acordarnos de un par de episodios hispanobritánicos donde las historias que se han contado o intentado contar no andaban muy cerca de la realidad.

Empecemos por los conflictos Navales en la época de Felipe II, cuando España era el Imperio donde jamás se ponía el sol. El marketing anglófono se habrá encargado de que les quede claro a ustedes que la Gran Armada, apodada la Invencible, intentó invadir Inglaterra y el empeño fracasó. Desastre español, éxito británico. Bien. Pues esta es una verdad a medias. La Gran Armada contaba con unos 130 barcos y unos 26,000 hombres, tirando por lo alto. De los cuales se perdieron unos 35 barcos y 11,000 hombres. Un desastre. Pero no el mayor desastre naval del siglo XVI. Poco después del intento fallido (un año después, en 1589), el Imperio Británico, en el que se ponía el sol todos los días, mandó una Contraarmada bastante mayor (unos 180 barcos y unos 30,000 hombres) al contraataque. Comandada por el pirata Francis Drake, el objetivo de esta descomunal armada era atacar Santander y seguir hasta Lisboa para arrebatarle a Felipe II la corona de Portugal que ostentaba en aquel tiempo. Como la disciplina no era lo suyo, Drake decidió atacar La Coruña en lugar de Santander. Y no salió muy bien la cosa. Aunque consiguieron desembarcar, los coruñeses se las dieron por todos lados y la Contraarmada Invencible se tuvo que retirar tras perder unos 80 barcos y 20,000 hombres. Que se dice pronto. Por supuesto, a Lisboa no llegaron. Mucho peor que lo de la Gran Armada. Como se pueden imaginar, la historia de la Contraarmada no se enseña en los colegios y facultades inglesas, mientras que lo de la Armada se repite a la menor ocasión. Pues con todos los respetos, en mi opinión hablar de la Armada sin hablar a renglón seguido de la Contraarmada es contar una verdad a medias. Aquí les dejo un enlace a un libro sobre la Contraarmada (y aquí a otro a su página oficial) y otro a una reseña corta.

No fue la única catástrofe naval de los ingleses en sus ataques contra España. Saltando dos siglos, sigamos por la memoria de Don Blas de Lezo, apodado el mediohombre por las diversas partes corporales que se fue dejando en las guerras del Sigo XVIII. En 1741, Don Blas infligió a los ingleses una de las derrotas más espectaculares de su historia, que afortunadamente se ha empezado a recordar en tiempos recientes. Los británicos mandaron una fuerza expedicionaria de impresión para conquistar Cartagena de Indias, en la actual Colombia, a cuyo mando estaba Don Blas. Llevaban 186 barcos con 2,000 cañones y más de 23,000 combatientes, entre ellos 4,000 virginianos al mando del mediohermano de George Washington. Don Blas disponía de 6 barcos (seis) con sus tripulaciones, más 3,000 soldados entre regulares, milicianos, y nativos indios. Háganse cuenta. Y Cartagena de Indias no cayó. Don Blas, que era un genio militar, ganó la batalla y los británicos se retiraron tras perder unos 9,000 hombres. Héroe español como tantos otros. La cuestión es que los ingleses de la época ya habían acuñado monedas y medallas conmemorando la victoria que no llegó, y que luego circularon. El colmo de la arrogancia. ¿Se enseña la derrota en las escuelas británicas? Por supuesto que no (ni en las españolas, lo cual sí es trágico). Se le echó tierra encima, como siempre. Aquí les dejo un enlace a un libro que cuenta la historia de la batalla, otro a un libro sobre la Guerra del Asiento (1739-1748), en la que se encuadra el episodio, otro a una biografía reciente de Don Blas, y otro a una novelización del episodio de Cartagena de Indias. Sigo esperando por la película.

Y es que ya está bien de contar las cosas a medias. Como tercer episodio, pensemos en Nelson, al que habría que llamar el manco de Tenerife, porque allí se dejó un brazo en 1797. Un brazo y unos 350 de los 1,000 soldados con los que intentó tomar la plaza, encontrándose con que mil soldados británicos no eran suficientes para derrotar a 300 soldados españoles y las inexpertas milicias locales. Aquí les dejo un enlace sobre la batalla, otro a un texto más detallado, y otro a una novela sobre el episodio. A este episodio se hace referencia en inglés como “el ataque a Tenerife”, con poco comentario sobre el resultado. Que fue una impresionante derrota de los ingleses a manos tinerfeñas. Otra derrota frecuentemente silenciada en la literatura histórica británica (y no me refiero a las novelas), y otra magnífica película, merecedora de subvención, que espero se ruede algún día.

Para terminar este repaso a episodios hispanobritánicos que deberían ser más conocidos de lo que son, intenten ustedes recordar lo que les enseñaron sobre la guerra de España contra la ocupación napoleónica, mal llamada Guerra de Independencia, a principios del sigo XIX. La versión que se suele contar se resume en guerrillas españolas a lo Curro Jiménez contra el invasor francés, apoyadas por las heroicas tropas británicas que vinieron a ayudar. Cabría quizá recordar que la primera derrota en campo abierto de las tropas Napoleónicas fue en la Batalla de Bailén, contra el ejército regular español, sin más apoyo extranjero que el de un regimiento suizo. Y sobre el resto de la guerra, francamente, más hubiera valido que las tropas inglesas se hubiesen ido a ayudar a su señor cuñado. Las tropas británicas ayudaron tanto que se dedicaron al saqueo y destrucción salvaje de ciudades españolas, que eran “liberadas” y después tratadas como tierra conquistada, con robos y violaciones a la orden del día. Así, en 1812 las tropas de Wellington, al que humildemente sugiero declarar persona non grata en España, saquearon salvajemente Ciudad Rodrigo y Badajoz en 1812, y San Sebastián en 1813, cebándose en la población civil española hasta extremos impensables. Sucesos estos que demuestran simplemente cual era la actitud del ejército inglés hacia España en la época, pues no eran más que continuación de otros episodios como el acaecido en La Coruña en 1809. Allí, las tropas españolas ayudaron a las inglesas, que salían de estampida ante el avance francés, a retirarse. Apoyo que los ingleses pagaron saqueando, violando, y quemando. No nos ayuden más, haga el favor.

Por supuesto, a la hora de hacer política hay que mirar hacia delante, a la realidad Europea y a la construcción de algo mejor. Con generosidad y apertura de miras. Lo que no se puede hacer es olvidar, especialmente cuando, como consecuencia de siglos de manipulación más o menos deliberada, nos llega una versión aguada de la historia. Y es que la historia condiciona, y la historia mal contada condiciona mal. Fuimos lo que fuimos, y somos lo que somos. No exageremos lo que somos, pero no olvidemos lo que fuimos. O lo que fueron otros.

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