Calidad de vida

Que vaya por delante que a pesar de llevar más de un cuarto de siglo fuera, soy y seré español, y escribo estas líneas más por frustración que por irritar a nadie (y recuerden, por favor, el título del blog). El caso es que más de una y más de doce veces, hablando con amigos compatriotas que siguen viviendo en esa nuestra patria trágica, sale el tema de la calidad de vida, y, más por evitar discusiones que por otra cosa, me suelo callar. Pero, teniendo ya unos años, un abanico de experiencias internacionales, y unos ciertos conocimientos de psicología, he llegado a la conclusión de que en muchas ocasiones la actitud de “en España se vive mejor” no es más que un autoengaño. Y si fuese solo eso, pues que cada cual se cuente a sí mismo las historias que le hagan la vida más cómoda. Faltaría más. Pero a menudo este tipo de sesgos llevan a la complacencia, a la resignación, y a la inercia, y se convierten en actitudes perniciosas que ponen piedras en el camino de las posibilidades de mejora de nuestro país.

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